Una paloma urbana cualquiera, herida, deambulaba en la entrada de garaje del lugar donde trabajo, usándolo de refugio improvisado.
No podía remontar vuelo.
Mostraba un fuerte golpe en el pecho.
La recogí y la llevé a casa.

Al día siguiente, la trasladé a una clínica veterinaria que sabe trabajar con aves.
El pronóstico no podía ser peor, tenia la quilla rota, es decir, su esternón.
Era una herida grave.

Le inyectan un calmante intramuscular y otro pinchazo contra las infecciones, esta subcutánea.
Le recetan, tres pinchazos diarios y un complejo vitamínico especial para aves.

Bueno, pues ahora armate de valor, y sé tú el que la sujeta, procurando no hacerle daño, le pone las inyecciones, la obliga a beber una mezcla de agua, un poco de azucar y 6 gotas de vitaminas y le va dando de comer.
Poco a poco, fue cogiendo fuerzas y me resultaba más complicado ponerle las inyecciones.
Me dí cuenta de que me odiaba.

Creo que tenía ganas de asesinarme y la verdad es que no la culpo.
La pobre estaba martirizada por el tratamiento.
Intentaba defenderse a picotazos y "lanzándome golpes de ala".
Pero había que hacerlo, por su bien, para que sanase.
El nombre de Máximo, en honor a Gladiator, le vino al pelo.
Mejor dicho, a la pluma.
Realmente, me dio una lección de supervivencia y tenacidad.
Resulta sorprendente, a pesar de la gravedad de su herida, con qué fuerzas luchaba por evadirse.

Desde que dejé de ponerle los pinchazos, se quedó más tranquilo, reconocía mi voz, se dejo acariciar, sin asustarse.
Ya me había aceptado.
Le hablaba y él me respondía con ese sonido peculiar de las palomas, se hichaba, daba un par de vueltas y aleteaba en señal de fuerza.
Tras la segunda visita a la clínica veterinaria, estában de acuerdo conmigo en soltarla.
Daba la impresión de estar lo suficientemente recuperada para que pudiera volar.
Aquí teneis el video del momento en la que es liberada.

Le hablo en gallego, porque resulta un idioma con una pronunciación más dulce.
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Mi madre, que asistió al evento, quedó encantada de ver una escena tan bonita.
Luego de 21 días de acogida, he tenido una gran alegría de ver que ha salido adelante y que por fin es libre de nuevo.
Aunque noto que falta alguien más en la casa.
Un ave que cuidas, se le coge enseguida cariño.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
