Y aquí estamos 20 años después del último opus del viejo guerrero, con el protagonista viviendo de la caza de serpientes en Tailandia (para cerrar el círculo de la saga debía volver al sudeste asiático), amargado, desengañado, pesimista sobre el destino del hombre y de su propia existencia. Pero ahí nomás, remontando el río está Birmania, rebautizado por la feroz junta militar en el poder como Unión de Myanmar, uno de los lugares en el mundo en donde los derechos humanos son pisoteados de la manera más brutal; por supuesto, en el esquema palo y a la bolsa de Stallone las imágenes de arranque de la película corresponden a la las barbaridades que ejecuta el régimen en el poder, con asesinatos masivos, torturas, violaciones y leva forzosa de jóvenes para que engrosen el ejército.
Hasta allí llega una misión humanitaria estadounidense y aunque John Rambo les advierte que no tiene ningún sentido ir a ayudar a los oprimidos Tailandeses, accede a llevarlos. Lo que sigue es la masacre de una aldea donde los misioneros están haciendo lo suyo, buena parte de los norteamericanos que también terminan asesinados y el resto que es capturado por el ejército.
Entonces llega el plato fuerte de Rambo, regreso al infierno, la acción. Porque Rambo ya no cree en nada pero algún rastro de piedad le queda -hay que decir que hay una compatriota samaritana que le tocó el corazón- y allí va con un grupo de mercenarios contratados por una iglesia del estado de Colorado, con suficientes recursos para hacerse cargo de los gastos que implica el rescate de los misioneros. Rambo está en su elemento, destrozando cuerpos con su machete y varias ametralladoras antiaéreas (la sutileza no es lo suyo), una carnicería filmada con buen pulso y coreografiada casi magistralmente, con el gore en todo su esplendor.
Y Rambo sigue siendo Rambo, con el director neoyorquino incursionando en los derechos humanos pero sin moverse ni un milímetro ideológicamente. Stallone deja claro que la única solución son las armas y que el mundo necesita una mano dura que lo controle. Es tan fuerte su visión, tan enloquecida, que hasta considera necesario mostrar con todo lujo de detalles a uno de los norteamericanos, que hasta ese momento se mostraba terminantemente en contra de cualquier tipo de violencia, matar con una piedra a uno de sus captores, una de las escenas más sangrientas y repulsivas de la película.
Lo dicho, la saga sigue siendo importante, al menos para recordarnos que estos tipos fueron, son y serán un problema. Volvió Rambo, el año pasado hizo lo propio Rocky. La casa no está en orden pero siguen intentándolo.
Puntaje.
Historia:6
Actuaciones :2
Sexo:0
Entretenimiento:6
