Jorge escribió: Recuerdo que el ejemplo estaba relacionado con la entropía, y la dificultad para explicar que del caos (moléculas simples) surja el orden (moléculas vivas) "espontáneamente" o algo así. La verdad es que no he calculado la probabilidad, pero tiene pinta de ser remota. Estructuras mucho más simples que cualquier forma de vida no se han formado en la naturaleza, ni probablemente se formen nunca.
¿Por qué llueve? Si aplicasemos descuidadamente la Segunda Ley al ciclo del agua en la Tierra, fácilmente llegaríamos a la conclusión de que es imposible en términos termodinámicos que llueva.
¿Tan absurda es la ciencia? La ciencia siempre ofrecerá explicaciones incompletas, pero las absurdas poco durarán. La Temodinámica Clásica no hubiese subsistido ni seis meses el envite de los fenómenos meteorológicos.
Nuestro uso de los recursos energéticos ¿no transguede la Segunda Ley? Radicalmente. Estamos generando entropía a manos llenas a partir ¿de qué fuente energética de calidad termodinámica? ¿El petroleo, el carbón, el gas, surgen de la nada acumulando energía química a cambio de nada? Imposible.
La respuesta la tenemos todos los días en el cielo. La Tierra no es un sistema aislado, sino abierto, y recibe un aporte brutal constante de energía de muy alta calidad (capacidad para producir trabajo).
Salvo las energías nucleares (fisión y fusión), que precisamente son la tarjeta de crédito de Sol para hacer frente al peaje de la Segunda Ley, el resto de nuestro alimento como civilización (o lo que sea) en la lucha constante contra la Segunda Ley lo recibimos del Sol. Todos los ciclos clásicos (agua, oxígeno, nitrógeno, carbono, inflacción) son molinillos que mueve el Sol.
Una vez tenemos claro el entorno en el que nos movemos, la vida no es un asunto probabilístico sino de catalizadores. La vida es una forma de la materia organizada como un conjunto de sistemas disipativos lejos del equilibrio y cumple una función INEVITABLE.
Entorno a este tema hay mucha paja y poco grano, y mucho de esoterismo. Parece que la Termodinámica se presta a ello.
La idea básica es la siguiente, si disponemos de un entorno donde una serie de parámetros se organizan en forma de gradientes (la energía en la Tierra por ejemplo, la temperatura, el cloruro sódico, el carbono, la luz, la mierda) creceran sistemas, los que sean, que se organizarán de forma espontanea para acabar con ese gradiente (los agentes disipativos lejos del equilibrio de la entropía). Cuanto más persistente sea el gradiente, mayor es la tendencia de estos agentes a ser más y más complejos, porque con la complejidad aumenta su capacidad de deglutir, destrozar y eliminar estos indeseados gradientes (indeseados por la diosa Termodinámica).
Así alcanzamos la definición de Hombre, que es el nivel más alto de sumidero exergético que hasta ahora ha sido capaz de desarrollar el insistente derroche luminoso del Sol sobre la superficie terrestre. La frase puede dar a entender que los deismos solares tienen su razón de ser, puesto que parece que el Sol dispone de voluntad. No es así, hace su trabajo de forma mecánica, automática, inevitable hasta su propia muerte. Y nosotros hacemos el nuestro hacia la nuestra de forma igualmente estúpida por mucho que filosofemos.
Así que ya saben, cada vez que le dan a un interruptor, contacto o llave, cada vez que abren un libro, plantan un arbol o echan un polvo, están pegándole un bocado al gradiente que nos sostiene. Algún día a base de bocados cada vez más eficaces, nuestros gradientes terraqueos desapareceran y nos iremos a tomar por culo. Y gracias a Dios, la Segunda Ley volverá a ganar la partida en la que parece que juega contra nosotros a los dados pero en realidad lleva todas las papeletas a todos los sorteos de la bonoloto cósmica.
Y todo esto ocurrirá sin dejar huella en la posteridad, que no es más que la memoria temporal de los gradientes, desarrollada también con objeto de autoconsumirse. La posteridad somos nosotros mientras existamos.