La simulación aquí es correcta.
Pero el análisis causa-efecto es igual de simplista (y erróneo).
La gran diferencia a favor de los dos partidos (IU y UPyD) que tanto lamentan algunos no está en el factor de la circunscripción única. Al menos no sólo. Ese sólo es un factor que desenmascara otro: el de la proporción mínima de votos por circunscripción que habilitan la representación parlamentaria.
En nuestra ley electoral, toda formación que en una circunscripción se queda por debajo de una proporción de votos (arbitraria, porque no puede ser de otro modo), no puede acceder a un escaño: los escaños disponibles en esa circunscripción sólo se ponen en juego para los que superan ese umbral. Todos sus votos se van a la basura (por muy buenas razones, dicho sea de paso). Este umbral es del 3% en nuestro caso. ¿Por qué entonces cambiar a circunscripción única afectaría tanto a unos partidos y tan poco a otros (al PSOE lo beneficia ligeramente, al PP lo perjudica ligeramente)?
Cambiar a circunscripción única juega a favor de los partidos que, globalmente (considerando toda España sin circunscripciones), superan *ligeramente* ese umbral en unas elecciones determinadas porque eso significaría que ninguno de sus votos acabaría en la basura. Si hay más de una circunscripción, corres el riesgo de que, aunque globalmente superas el umbral, una distribución desigual haga que tus votos sean del todo inútiles en aquéllas circunscripciones donde no has superado el 3%. Para los que superan con mucho ese umbral este no es el caso ya que esa penalización casi no se aplica (superan el 3% en prácticamente todas las circunscripciones) y, además, se ven compensados por la distribución no lineal que refuerza a los partidos más votados (D'Hondt) en aquéllas circunscripciones donde ganan. Y CiU tampoco se ve afectado por un cambio a circunscripción única porque a) supera globalmente el 3% y b) igual que el PP o PSOE, lo supera también en todas las circunscripciones donde se presenta (pasar a circunscripción única no le haría perder ningún voto en ninguna circunscripción).
Lo contrario también sucede: aquéllos que no alcanzan *globalmente* ese 3% (por ejemplo, AMAIUR, PNV, etc.), se verían perjudicados por una circunscripción única porque *todos* sus votos se irían a la papelera directamente (y, además, no se podrían beneficiar del tirón que les daría D'Hondt donde lo superan ampliamente). De modo que, con la actual división por circunscripciones, pueden acceder a escaños en aquéllas donde localmente sí superan ese umbral.
En resumen: intervienen muchos factores en la distribución de escaños. D'Hondt, circunscripciones (múltiple, única o su tamaño), proporción mínima con derecho a representación, redondeos, mínimo de escaños en circunscripciones muy pequeñas, etc. Pero en el caso de los que ahora lamentan mucho no tener lo que creen que les corresponde, es la combinación de circunscripciones múltiples con el umbral mínimo del 3%. Sobre todo lo segundo, porque una reducción a sólo el 2% mejorarían mucho su representación. UPyD, por ejemplo, tiene la mala suerte de superar sólo ligeramente el umbral del 3% (4,7%), pero sin hacerlo con la suficiente holgura como para que sea así en la mayoría de las circunscripciones. Claro que entonces estarían llorando otros en su lugar.
El caso es que para todos y cada uno de estos factores, hay una buena razón. Y ninguna combinación da con un sistema electoral ideal (sobre todo, ninguno es lo que a todos les parecería "justo"; eso es una idiotez demagógica porque lo que hace que sea "justo" es que
a priori ningún voto ni partido tiene ventaja). Se pretende buscar un compromiso. Un compromiso entre muchos factores que pretenden hacer más racional y eficaz el ejercicio parlamentario sin perder toda la proporcionalidad.
Ya me gustaría ver a los que lloran diciendo que su voto no vale lo mismo que el de otros si vivieran unas presidenciales en EEUU. Ahí, si en un Estado gana un partido por un sólo voto, todos los compromisarios del Estado se contabilizan para el ganador. Todos. Tanto si lo has votado como si no. ¿Qué dirían? ¿Qué su voto tiene valor negativo?
Yo, desde luego, no sacrificaría nada tan importante como la gobernabilidad de nuestro sistema electoral por unos grupos que son, en el mejor de los casos, siempre minoritarios. Cuestión de prioridades. De objetivos finales. Lo que no quiere decir que no se pueda discutir racionalmente un posible ajuste de alguno de ellos. Pero siempre sabiendo que es un difícil equilibrio y, sobre todo, los efectos de lo que tocas.
En todo caso, la responsabilidad de quienes pactan con los que tienen intereses incompatibles con la mayoría es de los que hacen los pactos. Nunca del sistema electoral (que precisamente evita su necesidad en cierta medida). Que a veces confundimos al enemigo...
Un saludo.